El ecosistema chileno de biotecnología se encuentra en una etapa muy temprana. Sólo en los últimos años, las universidades han comenzado a enfocarse más en sus capacidades de transferencia tecnológica, lo que lleva a un aumento lento, pero visible, de proyectos de biotecnología con potencial de traducirse en valores e impactos reales para la economía.
Aun así, tenemos dos grandes brechas: el control de calidad en los procesos científicos; y la necesidad de potenciar un vínculo con la industria para enfocarse en las tendencias y necesidades actuales de los mercados.
Adicionalmente, si invertir en startups es de alto riesgo, la biotecnología lo es más aun. Sólo un número limitado de personas y organizaciones tiene el conocimiento y la capacidad para juzgar la viabilidad de un proyecto y llevar a cabo un proceso de due diligence eficiente. Sumemos a esto que los inversionistas locales están más orientados a la inversión de corto plazo (3-5 años),
mientras que los emprendimientos de biotecnología requieren de más tiempo para alcanzar la etapa de ingresos o el tan ansiado Exit.