por Carlos Cantero Ojeda , Geógrafo y Doctor en Sociología. Tiene, además, una amplia experiencia en el ámbito público, fue alcalde en tres ocasiones, electo Diputado en dos períodos y Senador en dos períodos. Fue Vicepresidente del Senado de Chile. Ha servido a Chile en diversas comisiones y consejos.
“La culpa no es de la gota que derramó el vaso, sino de quienes viendo que esto ocurría no hicieron nada para evitarlo”
Frente a la crisis político institucional que vive Chile, es recurrente que se culpe al modelo. Mal se puede reclamar responsabilidades a un conjunto de ideas. La sabiduría popular tiene un refrán: “La culpa no es del chancho sino de quien lo alimenta”. Es la manera de señalar que la responsabilidad no es exclusiva de quien realiza el acto sino de quienes lo consienten. Para mayor claridad sobre el tema agregamos la frase ”La culpa no fue de la gota que derramó el vaso, sino de quienes viendo que esto ocurría no hicieron nada para evitarlo”
Los responsables de los abusos que terminaron con el estallido social en Chile han sido aquellos administradores del sistema, que transgredieron los límites éticos y claramente faltaron a la probidad. Estos hechos revisten doble gravedad, ya que además desacreditaron un modelo exitoso en la generación de riqueza, crecimiento económico y desarrollo humano. Es decir, mataron la gallina de los huevos de oro. Peor aún, estas personas (sus centros de estudios), siguen su vida como si nada hubiese pasado, sin un “mea culpa”, incluso ocupando cargos de representación gremial (¿Impunidad institucionalizada?).
La crisis social en Chile, a diferencia de lo que ocurre en modelos socialistas, no fue por escasez de riqueza. Todo lo contrario, fue por abundancia de riqueza, que no llegó a la gente. ¡La riqueza se concentró en pocos! Eso terminó aniquilando la confianza, credibilidad, legitimidad y legalidad del sistema. La crisis no se desencadena por méritos de la Izquierda, sino por la abusiva y en algunos casos corrupta gestión de una élite económica, bastante transversal.
La causa basal de la crisis es de “orden ético”. Por debilitamiento de los principios y una grave confusión conceptual entre valores éticos y valores económicos. Por el silencio cómplice de aquellos llamados a cautelar la probidad: los fiscalizadores, la justicia y también el ámbito ético filosófico. ¡El mal triunfa cuando el bien no hace su trabajo!
Para salir de esta espiral, Chile requiere equilibrar: la generación de riquezas con la equidad social; la competencia con la solidaridad; los bienes públicos con los bienes privados; el mercado con el Estado; lo mejor de la Izquierda con lo mejor de la derecha. Para eso se requiere líderes con oficio y capacidad de diálogo, valorando ética, probidad, excelencia, mérito. Si ello no ocurre se aplicará la Ley del Péndulo, nos iremos al otro extremo, redistribuiremos pobreza, dolor, corrupción y más impunidad. Ejemplos sobran en países vecinos. ¡No somos inmunes!
¡Se requiere autoridad y liderazgo ético! Para el éxito del proceso necesitamos una centro izquierda que estimule el emprendimiento y la propiedad privada; y, una centro derecha que respete los bienes públicos y el sentido social. Debemos recuperar los valores republicanos y democráticos, superar la endogamia social y el nepotismo, rehuir la nefasta influencia de una élite sin valores éticos. Integrar la diversidad social, económica y cultural del país, con amplia participación de la base.
Estamos comprobando que la farándula y el neuromarketing no solo sirven para manipular el consumismo. El virus (Jiles 2021) muestra aplica en la política un contagioso populismo ramplón. La democracia está en riesgo, candidatos y liderazgos mediocres, escasa probidad, poca experiencia, en uno y otro lado. Chile tiene una cita con la historia y los ciudadanos tendrán la última palabra, espero no sean arrastrados por la polarización ni la mediocridad. Chile requiere liderazgos anclados en el mérito, la excelencia y la probidad.