Decena de proyectos cruciales para el país dependen
de una supercomputadora que está en Santiago. Recibe los datos de ALMA y
toma decisiones importantes en política pública gracias a su descomunal
procesador, pero ya se está quedando corta.
Se podría decir que una buena parte del
desarrollo científico chileno se condensa en no más allá de 25 metros
cuadrados. No se trata de un laboratorio repleto de científicos, ni de
una sala crucial dentro del Ministerio de las Ciencias, sino que un
pequeño espacio dentro del Centro de Modelamiento Matemático (CMM) de la
Universidad de Chile, donde está el supercomputador más grande y
poderoso del país: el Leftraru.
La máquina, que por estos días está en el podio de las más potentes de Latinoamérica, se irgue como el supercerebro del país. Eso, porque más allá de que a simple vista no sean más que columnas y kilos de circuitos, procesadores y chips, por sus entrañas pasan gran parte de los datos que terminan en los avances científicos más importantes de Chile.